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Bestiario (página 2)




Enviado por hbelotti



Partes: 1, 2

Pero el gran recurso para ser libre frente al medio y no
dejarse influenciar o condicionar por él, requiere de una
personalidad fuerte y una gran armonía interior. Estos
aspectos se vuelven cada vez más importantes en
civilizaciones como las nuestras, donde la propaganda y
la publicidad
actúan científicamente sobre el inconsciente, donde
la prensa, la radio, la
televisión, y la sociedad en sí,
pueden ser orquestados para condicionarlo, quitándoles
sutilmente una libertad que parece dispensarse generosamente. Por
lo que, hay que digerir lo que nos es dicho y hecho, para madurar
pensando, y poder crear
una jerarquía de valores que
presidirá la vida.

En contraste con estas ideas, existe otra rama
ideológica, según la cual se dice haber descubierto
algo peor que la dominación del hombre: la ausencia de
dicha dominación, por la cual el conjunto de los seres
humanos sea considerado superfluo y que cada uno de los que
integra ese conjunto tiemble ante la perspectiva de no seguir
siendo dominable. Nadie tiene la audacia para reconocerlo, ni
visualizarlo ni menos aún, mencionar dicha
conclusión. Porque nadie intentaría enfrentarse a
la amenaza oculta, nadie se opone ni intenta revertir la
corriente, menos aún denunciar el credo que ordena
esas virtualidades siniestras. Nadie sugiere intentar una
administración lúcida que
ofrecería quizás un lugar a cada uno pero dentro de
un juego
evidentemente distinto. Pero esto jamás es enunciado, pero
sería irreverente ponerlo en tela de juicio. La duda
está implícita en la fe, pero si alguien se
arriesgara a delatar este sistema, al
instante la misma sociedad lo callaría con los dogmas de
la misma hegemonía en la que todos estamos atrapados.
Inmediatamente le obligarían a respetar las leyes misteriosas
y normas que nos
son impuestas.

Es decir, que coexisten estas dos tendencia que más que
superponerse, se complementan, y compatibilizan en un mismo seno
sin ninguna dominar sobre la otra, como en una armonía que
fluye. Por lo que las personas pueden verse influenciadas por una
tendencia, por la otra, o por las dos, y en ambos casos el hombre
se somete y deja que su indiferencia prime sobre su voluntad.

La razón por la cual elegí este tema entre
varios otros, fue porque considero que el hombre por sí
sólo nada puede lograr, ni aprender, ni desear. Y, por uno
u otro camino, por el aprendizaje
desde temprana edad, o por el sometimiento por miedo a ser
diferente, el individuo llega a comportarse como uno más
dentro de la masa que representa la sociedad.
Por lo que, en
ambos casos se presenta un grado de indiferencia, que en menor o
mayor escala trae
aparejado el mismo riesgo. Porque
permite todas las acciones, las desviaciones más funestas
y sórdidas. Y todos somos testigos de esto, y de que la
indiferencia general es una victoria mayor que la adhesión
parcial, aunque fuese de magnitud considerable.

DESARROLLO

Para demostrar la tesis
planteada, voy a utilizar diversos cuentos entre los que figuran
varios de Bestiario de Julio Cortázar. Esta obra
reúne cuentos como Casa tomada, Circe o Carta a una
señorita en París, en los cuales hay una
peculiaridad que se repite, y es que hay muy poco personajes, los
cuales están poco descritos. Generalmente, se narra un
hecho único "vertical", con una introducción, un nudo y un desenlace. La
temática de estos cuentos es producto de la materia de los
sueños, por lo tanto muchos de ellos son
fantásticos. Al igual que en Carta a una señorita
en París, en este cuento nuevamente el comienzo es
verosímil pero en el momento en el que el personaje siente
que va a vomitar un conejo, nos damos cuenta del tipo de cuento
que es. Esa súbita introducción del elemento
fantástico en un cuento que hasta aquel momento no lo es
(ya que resulta creíble y realista) es otra de las
características de estos cuentos de Julio
Cortázar.

Otra característica en común que poseen algunos
de los cuentos de Bestiario es que en ellos aparecen animales (de
ahí el nombre del libro). En Carta a una señorita
en París es el caso del conejo, pero indudablemente es
mucho más que un simple animal; ya que puede estar
relacionado con la enfermedad que Cortázar padecía
en ese tiempo; si no
personifica al sufrimiento mismo, entonces encarna alguno de sus
síntomas. Entonces, él explica que el cuento se
basa en una enfermedad personal. Ya que
se ha establecido que el acto de vomitar conejos está
asociado a la producción de escritura ("el
conejo recién nacido es como un poema en sus primeros
minutos", según Cortázar en su cuento Bestiario), y
si el acto de escribir funciona como una cura o catarsis (el
mismo autor se cura de síntomas neuróticos al
escribir Circe o Carta…), entonces el vomitar conejos puede
representar algún tipo de tratamiento contra alguna
enfermedad. Esta enfermedad no tiene por qué ser física, puede ser una
enfermedad de la modernidad, en la
cual los conejos actúan como cura. El comportamiento
de estos animales pretende liberar al protagonista de este
trastorno, pero se ve que él no acepta la forma de cura
que su propio cuerpo propone: la resiste, y finalmente termina
muriendo.

Ya desde el principio de la obra nos damos cuenta de que el
personaje está en cierto conflicto: "yo
no quería venirme a vivir a su departamento…", pero en
las páginas siguientes revela que había ido a la
casa para descansar. Los síntomas de su conflicto, de su
crisis, de su
enfermedad moderna serían entonces: el cambio
constante (cuando expresa que ha cerrado muchas maletas en su
vida, y se ha pasado horas haciendo equipajes); la presión
de su trabajo y todo lo que hacía en su tiempo libre (leer
historia
argentina por ejemplo), y a su vez, la mudanza ("esta mudanza me
alteró por dentro") a un ambiente
ajeno, propiedad de
una persona ausente y lejana (no sólo lejana
físicamente, sino lejana en el sentido de que ella
–Andrée – era de una clase social
más alta, refinada y de cierto modo, inalcanzable).
Asimismo, todas las cosas y objetos de la casa que él no
puede tocar lo oprimen de alguna forma: "Y yo no puedo acercar
los dedos a un libro… destapar la caja de música, sin que un
sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como
un bando de gorriones". El personaje no puede hacerlo, pero los
conejos sí.

El conflicto interno que tiene el personaje le provoca una
reacción corporal, que es la de vomitar el primer conejo
en el ascensor para poder subir e instalarse en el departamento;
según él, este acto es "un anuncio de lo que
sería mi vida en su casa" (por la casa de Andrée).
Recordemos que él expresa en el comienzo del cuento que no
quería ir a vivir al departamento, y de ese modo, los
conejos parecen una especie de vacuna contra el orden que tanto
molesta al personaje dentro del departamento. Se van
multiplicando cada vez más para "atacar" al orden que
resultaba nocivo para el personaje: juegan entre los objetos que
él no puede tocar y que pertenecen a esa clase más
alta que resulta inaccesible para él mismo (el cuadro de
Miguel de Unamuno, los libros del
anaquel -que son roídos por los conejos-, etc). Se puede
decir entonces que los conejos quiebran o alteran el orden del
departamento y del mundo; también corrompen el tiempo,
cambiando el día por la noche. Crean un nuevo mundo, su
mundo interior, bajo la luz del "triple
sol" de la lámpara que también roen. Juegan y hasta
destruyen los objetos que marcan la cultura
(libros, etc.), por lo cual el protagonista no tiene ni siquiera
tiempo para ocuparse de sus cosas, ya que debe arreglar lo que
los animales han dejado roto, como por ejemplo la lámpara
con el vientre lleno de mariposas y caballeros antiguos cuyo
trizado debe recomponer con el cemento
especial comprado en la casa inglesa. En conclusión, el
personaje se termina integrando a la vida de los conejos
(inconscientemente, o no): se queda con ellos, se adapta a sus
horarios, los alimenta de trébol, los cuida y vigila. El
personaje, quien anteriormente se siente molesto por el orden,
luego termina por imponer un ritmo en su vida: "las costumbres
son formas concretas de ritmo, son la cuota de ritmo que nos
ayuda a vivir". O sea, su vomitar de conejos en forma mensual
puede significar el fin de su ritmo de vida urbana (el trabajo), y
la aparición de otro ritmo, otro orden de vida. Todo esto,
sumado al miedo que lo dominaba -les tiene miedo desde que vomita
el primer conejo: "En seguida tuve miedo (¿ o era
extrañeza? No, miedo de la misma extrañeza,
acaso)…"-, hace que el tratamiento de los conejos no funcione y
el conflicto interno del personaje se acreciente. Finalmente se
tira del balcón…

Siendo esto una clara demostración del sufrimiento que
se le presenta al tener que coexistir con elementos tan distantes
de su forma de vida, como explica ella que "me duele ingresar en
un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas
mallas del aire", estando
todas sus acciones dominadas por ese miedo que viene de muy
adentro, tal vez de la conciencia,
según la cual nos resignamos desde chicos, a que uno es de
determinada clase o jerarquía social, y al ser obligado a
permanecer un tiempo limitado rodeado de todo aquello que se ve
como imposible de lograr, por lo cual teme más que nada no
alterar "el orden minucioso que una mujer instaura en
su liviana residencia". Además, él ni siquiera
puede confiarle nada a nadie, se siente totalmente inadaptado por
lo que le pasa, y admite a su persona que "casi no me atrevo a
decirles que no, invento prolongadas e ineficaces historias de
mala salud, de
traducciones atrasadas, de evasión". Sumándose todo
esa situación a la anterior, y se enfatiza la brecha que
lo distancia a él, del resto de la sociedad, que es
"más normal" y con mejor poder adquisitivo que
él.

Otro cuento es "Casa tomada" en el cual que se puede encontrar
cierta relación entre la etapa peronista y el lema del
cuento, pero Cortázar lo rechaza y explica de esta manera
el origen del cuento: "Fue resultado de una pesadilla. Yo
soñé ese cuento. Sólo que no estaban los
hermanos. Había una sola persona que era yo. Algo que no
se podía identificar me desplazaba poco a poco a lo largo
de las habitaciones de una casa, hasta la calle". En él,
se relata la vida de dos hermanos, peculiar pareja
adánica, que son expulsados de su pequeño y cerrado
"paraíso" y arrojados a la vida, a un mundo desconocido.
Significativamente lo único que consiguen "salvar" de la
casa es un reloj, que les recuerda obsesivamente su temporalidad,
su condición de mortales.

Desde los comienzos del cuento nos damos cuenta de lo
rutinario que es la vida de esta pareja de hermanos, cuando
aseguran "hacíamos la limpieza por la mañana,
levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le
dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me
iba a la cocina". Además de asegurar que
"almorzábamos a medio día, siempre puntuales, ya no
quedaba nada por hacer fuera de unos pocos platos sucios".

Aparte de la rutina que es el eje que rige sus vidas, la casa
por sí sola presenta una fuerza
importante por sí sola, ya que tiene su propia historia,
ya que por allí pasaron sus bisabuelos, padres y toda su
infancia,
guardando recuerdos muy importantes para la familia.
Pero ellos desde el comienzo tienen mentalizado la
aproximación de un final a dicha historia, un cierre,
cuando hablando de sus matrimonios frustrados dicen que "su
simple y silencioso matrimonio de
hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada
por los bisabuelos en nuestra casa".

En este caso particular, ellos no se ven influidos, o no
permiten formar parte de la amalgama de intereses negativos que
presenta la sociedad, y por el contrario, se cierran,
ensimismándose en los que los rodea, intentando lograr una
especie de "oasis" social, siendo su casa un paraíso. Cada
uno tenía sus tareas asignadas y la llevaban a cabo sin
ningún disgusto. Logrando entre los dos un equilibrio que
ningún factor externo podría alterar. Ellos en todo
momento intentan ayudarse, apoyarse y sostenerse en cualquier
situación, hasta en aquellas críticas. Por ejemplo,
Irene pasaba "el resto del día, tejiendo en el sofá
de su dormitorio" y su hermano iba los sábados "al centro
a comprarle lana", teniendo ella siempre fe en su gusto con los
colores. A
él, le gustaba leer, pero "desde 1939 no llegaba nada
valioso a la Argentina".

Pero como ellos auguraron acerca de un final, a pesar de que
lo más probable es que no lo hicieran pensando en que
sucedería de la manera tan inesperada en la que se lleva a
cabo, se empieza a desentramar la historia en la mitad del
cuento, cuando una noche él va a poner al fuego la pavita
del mate, cuando él asegura que escucho "algo en el
comedor o la biblioteca. El
sonido
venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre
la alfombra o un ahogado susurro de conversación.
También lo oí, al mismo tiempo o un segundo
después, en el fondo del pasillo que traía desde
aquellas piezas hasta la puerta". Es allí cuando poco a
poco los hermanos van siendo relegados y despojados de las cosas
que siempre han tenido, y que tanto necesitaban para llevar una
vida normal. Aunque dicen que "los primeros días nos
pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la
parte tomada muchas cosas que queríamos" como los libros
de literatura
francesa y la pipa de enebro de él, y algunas carpetas, un
par de pantuflas y hasta una botella de Hesperidina de muchos
años Irene, le encontraron ciertas ventajas. De esta
manera, "la limpieza se simplificó tanto que aún
levantándose tardísimo, a las nueve y media por
ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos
cruzados", Irene siguió "contenta porque le quedaba
más tiempo para tejer", y su hermano "andaba un poco
perdido a causa de los libros", pero por no afligir a Irene se
puso a revisar la colección de estampillas de su padre. Y
fue así como fue transcurriendo el tiempo, entre puntos de
tejer y estampillas, sin nada más para pensar, y
conscientes de los beneficios de "vivir sin pensar". Es como que
en todo momento, y por cualquier medio para su felicidad buscan
olvidarse de lo que pasó, de que una parte de su casa ha
sido tomada, y cuando usaban la cocina y el baño que
quedaban tocando la parte tomada, se ponían a "hablar en
voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna".

Todo siguió así hasta que una noche, mientras
Irene tejía, su hermano iba hasta la cocina a servirse un
vaso de agua, cuando
oye un ruido en la
cocina. Instintivamente, se suceden varios acontecimientos a la
vez: se da cuenta que tomaron la otra parte de la casa, frena
súbitamente, y de esta manera le transmite la idea a su
hermana, quien va a su lado sin decir palabra. Rápidamente
él agarra a Irene y corren hasta la puerta cancel, sin
volverse hacia atrás. Es ahí, cuando se dan cuenta
que no tuvieron tiempo de agarrar nada en el camino, que quedaron
afuera sin nada, sólo "con lo puesto" y el reloj pulsera.
Él abraza a Irene y salen a la calle, cerrando la puerta
para que ningún "pobre diablo se le ocurriera robar y se
metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada".

Es decir, en mi opinión en este cuento se percibe como
las personas se va dejando estar y llega un momento en el cual
sólo viven para cumplir un horario, como si la vida fuese
simplemente eso, hacer tareas para que el tiempo pase, pero no
necesariamente con tareas útiles, sino con rellenos. Y de
esa manera la vida se les va pasando, mientras ellos viven en su
paraíso, sin nada que los moleste, pero poco a poco, se
van involucrando factores que intentan quitarles parte de su
espacio sagrado, pero estos hermanos nuevamente vuelven a cerrar
puertas, y no existe ninguna conexión con ningún
elemento que no sea cotidiano a ellos. Y se sienten salvados, que
han podido escapar a esa masa, ya que su mentalidad esta
hermetizada, y le impide ver aquello que está afuera de su
círculo diario. Lo mismo pasa la segunda vez, pero en ese
momento sin pensarlo quedan afuera de su terreno
paradisíaco, y deben enfrentarse a su condición de
mortales, según el cual es imposible que puedan pasar toda
su vida sin convivir con otras personas, y al nombrar el reloj,
se enfatiza este hecho, y deben enfrentar sus miedos y
adversidades.

En el cuento "Circe" se puede percibir más claramente
cómo la sociedad ejerce presión para enaltecer o
degradar a una persona, que en este caso la que sufre dicha
discriminación es Delia Mañara, una
joven chica neurasténica de Buenos Aires de
los años 20, con un problema psicológico:
tenía sucesiones de
estados nerviosos con síntomas como la tristeza, el
cansancio, el temor, y la emotividad. Los rumores de la gente del
barrio se basan fundamentalmente en la autoría o no de
Delia de la muerte de
sus dos novios, que impregna la trama con un tinte de
ambigüedad que deja en un estado de
incertidumbre y vacilación constante, "la gente pone
tanta inteligencia
en esas cosas, y cómo de tantos nudos agregándose
nace al final el trozo –Mario vería a veces el
tapiz, con asco, con terror". Se puede hablar de una
frágil trampa donde sucumben los hombres bajo el poder
absorvente y envolvente de la lunática Delia, como por
ejemplo Rolo que "se fracturó el cráneo",
después Héctor que "se tiró en Puerto Nuevo
un domingo de madrugada ". La atracción que ejerce
Delia hacia Mario prepara el desenlace fatal de la historia:
"(…) simplemente prolongado este amor tranquilo
hasta que ella no viese mas una tercera muerte andando
a su lado, otro novio, el que sigue para morir". Nos damos cuenta
que esta histroia es como un tejido de mentiras como los
típicos chismes de los vecinos, y se presenta como un
bosquejo de una memoria vacilante
y dubitativa donde la identidad
está siempre marcada por la identificación, por
ejemplo cuando se asegura: "Yo no me acuerdo del mal de Delia,
pero era fina y rubia, demasiado lenta en sus gestos" o "Yo me
acuerdo mal de Mario, pero dicen que hacía linda pareja
con Delia ".

El texto de
Cortázar nos lleva a percibir, a través del
título, una identificación entre una de las raras
hechiceras que figuran en la mitología griega y, sin lugar a dudas, la
más célebre de todas, Circe, dotada de poderes
extraordinarios, capaz, entre otras cosas, de hacer descender del
cielo las estrellas, sobresalía en la preparación
de brebajes, filtros, venenos propios a transformara los seres
humanos en animales. En la isla de Eea, no consigue sin embargo
hacer compartir a Ulíses la suerte de algunos de sus
compañeros, metamorfoseados en cerdos. El héroe,
siguiendo los consejos de hermes, había neutralizado los
efectos del brebaje que le ofrecía Circe donde
había mezclado porciones de hierba llama Moly. Así,
preservado de los encantos de la hechicera, pudo forzarla a
restituir a los navegadores
que le seguían a su primitiva forma humana. La Circe de
Cortázar, "la diosa de los bellos rizos" (Odisea), de
cabellera serpentina, petrifica a sus novios. Delia ofrece la
imagen de una mujer sensual que se deja "devorar vagamente por
Mario"; la estrategia de
Delia es hacer funcionar el poder del deseo, de la
seducción, como cebo. Es de esta manera como Mario ingresa
en el juego de catar y probar los chocolates y licores que
prepara Delia, y siente una mezcla de placer y repulsión:
"Su mejor receta eran unos bombones a la naranja rellenos de
licor, con una aguja perforó uno (…) para mostrarle
cómo se los manipulaba. (…) El bombón como
una menuda laucha entre los dedos de Delia, una cosa diminuta
pero viva que la aguja laceraba, Mario sintió un raro
malestar, una dulzura de abominable repugnancia". Es por esto,
que se puede considerar a Mario como la víctima, ya que es
el que se propone romper con los dogmas del grupo social
que lo rodea para poder investigar esa invasión, porque no
trata de nombrar esa fuerza oculta que lo ataca, que él
tampoco puede descifrar hasta que ya es muy tarde y tiene que
tomar alguna medida drástica, para cortar con todo de una
vez. Y es así que cuando Mario degusta el bombón
listo, que tanto trabajo le había costado a Delia
producir, se lo tira a la cara, al ver que "en la masa
blanquecina de la cucaracha, el cuerpo desnudo de su
revestimiento coriáceo y alrededor, mezclados con la menta
y el mazapán, los trocitos de patas y alas, el polvillo
del caparacho triturado".

De esta manera, se da a entender que todo lo logrado durante
el tiempo que los jóvenes estuvieron juntos es desechado,
y Delia vuelve a su antigua condición de soltera que
acarrea la muerte de sus dos novios anteriores. Y su familia
también acarrea con ese pesar, esperando que alguien
pudiese alguna vez lidiar con ella.

Mario en un principio intenta luchar en contra de las apariencias y
los chismes que mueven a la gente a hablar sin realmente saber de
los temas que tocan, y es así como el se sumerge para no
escuchar más aquella clase de comentario y cree que con su
lucha algo se lograría, pero lo que nos e dio cuenta el es
que su esfuerzo era en vano: un pez no puede nadar contra la
corriente, y más si termina dándose cuenta que la
causa por la cual luchaba, ya era una perdida. Y así es
cómo él termina, odiando a lo que en un comienzo
él llegó a defender.

Por último, "Ómnibus" será el
último cuento a tratar y es aquí donde se puede
percibir con claridad los métodos
con los cuales la sociedad zarandea a su gusto a cada persona,
sin darse cuenta que todo funciona como una cadena, en la cual
cada eslabón forma una parte necesaria para que se
produzca el siguiente encaje.

La historia comienza supuestamente, un sábado, es decir
un día de descanso para la mayoría de la gente, por
lo que en el ambiente se puede percibir el aire de relajamiento o
festivo, por todos los planes que uno organiza para poder
descansar y pasarla bien, al ser uno de los únicos
días libres del trabajo, junto con el domingo, en los
cuales uno se desliga de toda clase de horarios y obligaciones.
Pero para Clara, es recién a las dos de la tarde, cuando
puede salir a la calle para poder disfrutar un poco de su vida.
Se viste coqueta, para la ocasión, ya que está "su
amiga Ana esperándola para charlar, el té
dulcísimo a las cinco y media, la radio y los
chocolates". Justo ese día da la sensación que ella
se ha despertado mirando al mundo con otros ojos, ya que al
caminar va sintiendo cosas de las que nunca se había
percatado, por ejemplo por sus poros va "saboreando un sol de
noviembre", sus oídos captan "mientras esperaba el
ómnibus 168 […] una batalla de gorriones sobre su
cabeza", o cuando mira "la torre florentina de San Juan
María Vianney le pareció más roja contra el
cielo sin nubes, alto hasta el vértigo". Pero ella al
estar tan bien y satisfecha no logra percibir que en su entorno
no todo está funcionando del todo correctamente,
más bien: todo lo contrario. Cuando sube al colectivo
comienza a sentirlo, ya que el colectivero se niega a darle lo
que ella le pide: un boleto "de quince", mientras la mira con
"cara de pocos amigos". Es decir, que él la ve a ella como
lejana a su realidad, por lo tanto a la realidad que acecha a
todos los pasajeros, ya que todos ellos tienen como destino el
cementerio de la Chacarita, mientras que Clara no; no tiene que
ir a llorarle a nadie. Con ese boleto ella marca la gran
diferencia con el resto, y desde ahí comienza todo ese
grupo de gente a hacerle notar esa y muchas otras diferencias: la
cuestión es que Clara está tan absorta en su mundo
que tarda en percibir esas ondas negativas,
ya que mientras sube se acuerda de un "verso de infancia" y se
ríe para sus adentros.

Al sentarse encuentra vacío el único asiento
diferente al resto, el que correspondía a "Puerta de
Emergencia", marcando como premonitorio de lo que estaba a punto
de suceder. Una salida en caso de que alguna catástrofe
sucediera, si debiera librarse de algo que la acosara, y tras
sentir "en la nuca una impresión desagradable", se va
dando cuenta que es el centro de atención, pero siendo discriminada. Es
ahí cuando para librarse de la situación que tanto
la ahoga, comienza a examinar "la palanca de la puerta de
emergencia y su inscripción […], considerando las letras
una a una sin alcanzar a reunirlas en palabras". Ya en este
momento está perdiendo toda esperanza, y con ella su
felicidad que tenía en un comienzo, cuando asegura que le
"costaba apartarse de un paisaje que el brillo duro del sol no
alcanzaba a alegrar".

Para felicidad y tranquilidad de Clara, en la Paternal
asciende un hombre quien sufre la misma suerte que ella: la
discriminación al escuchar "de quince",
otro que iba a Retiro en vez de al cementerio de Chacarita. "Hubo
un momento, cuando el 168 empezaba su carrera […], en que todos
los pasajeros estaban mirando al hombre y también a Clara,
sólo que ya no la miraban directamente porque les
interesaba más el recién llegado, pero era como si
la incluyeran en su mirada, unieran a los dos en la misma
observación", y poco a poco Clara
comenzó a sentir "una oscura fraternidad sin razones" con
este pasajero, a quien quería prevenir, poder acercarsele,
para poder superar esa distancia que la separaba del grupo, de la
masa, para poder ser una más y no la rara. Hasta llega a
sentir compasión por él: "y el pobre con las manos
vacías"; pudiendo percibirse que las personas hasta cuando
sienten la discriminación en carne propia, intentan
jactarse -aunque sea por un momento- para poder sentirse uno
más del montón.

Cuando los dos creen que lo peor ha pasado, y se han sentado
juntos ya que quedaron solos en el ómnibus hasta la
siguiente parada, que es la suya, perciben la resistencia que
les opone el conductor que se niega a entender que no bajen en el
cementerio, y el guarda, quien lo apoya incondicionalmente. El
guarda estaba iracundo, no podía soportar aquella escena,
varias veces tuvo que contener al conductor y a él mismo
de acercarse a ellos, hubiera sido catastrófico. La
violencia e
ira se sentía "les llegaba como un silencio o un calor", y
cuando se están aproximando a la parada en la cual deben
descender, planean una estrategia para lograr escapar de las
fauces de esos hombres-lobos, listos para atacar. Y al llegar
saltan apenas abre la puerta perseguidos por el conductor que no
puede soportarlo más, que es frenado por el guarda quien
teme por lo que puede llegar a pasar.

Cuando ya están fuera del ómnibus, fuera de todo
peligro, tiemblan "como de felicidad" y es él quien se
acerca al florista y elige "dos ramos de pensamientos" y siguen
andando "cada uno llevaba su ramo, cada uno iba con el suyo y
estaba contento".

Por lo que se deduce que las personas por mucho que se
resistan a copiar los patrones que la sociedad exige, necesitan
marcar, inconscientemente tal vez, su dependencia hacia los
influjos externos por los cuales se puede llegar a sentir tan
despreciado y discriminado; y también, si tiene
posibilidad, se enfrentará a otro que estaba en su mismo
lugar para humillarlo. A pesar que nos cueste admitirlo, su hay
algo peor que la dominación del hombre, y es la ausencia
de dicha dominación, por la cual los seres humanos son
considerados inútiles y cada uno de los que integra el
conjunto de los privilegiados, tiembla ante la perspectiva de no
seguir siendo dominable.

CONCLUSIÓN

La civilización industrial y urbana modifican
profundamente las relaciones entre los hombres. Cada vez
más, la psicología nos hace
prestar atención a la evolución del niño, cuyas
necesidades de seguridad y de
iniciativa se transforman de tiempo en tiempo. Mientras uno va
creciendo intelectualmente, comienza a sorprenderse,
extrañarse, es decir, va comenzando a entender qué
es lo que pasa a su alrededor. Pero hasta eso, hasta poder tener
una visión crítica
de dichas actividades, ya está impregnado de esas
costumbres, de esas prácticas sociales, y le es
prácticamente imposible desligarse de esa cadena, que cada
vez más lo tira hacia el centro, para convertirlo en un
uno más del montón, de la masa.

En el primer cuento analizado, "Carta a una señorita en
París" se percibe cómo uno está tan
"domesticado" por la sociedad, cómo él sufrimiento
al tener que ingresar a un círculo tan cerrado como es la
casa de Andrée, con elementos tan distantes de su forma de
vida, y todas sus acciones están dominadas por un miedo
tan profundo que le altera la razón. Esa conciencia de la
que uno habla, es el eco de todos los discursos con
los cuales nos resignamos desde chicos, a que uno es de
determinada clase o jerarquía social, y al ser obligado a
permanecer un tiempo limitado rodeado de todo aquello que se ve
como imposible de lograr. Además, él ni siquiera
puede confiarle nada de lo que le pasa a nadie, se siente
totalmente inadaptado por ello, y es por esto, que llega un
momento en que decide quitarse la vida.

En el segundo cuento analizado, "casa tomada" se percibe esta
tendencia, ya que sus personajes se encuentran cómodamente
en su hogar, con todas sus expectativas satisfechas, sin esperar
nada de la vida, sólo dejándola pasar, como si
tuviesen alguna condición especial por la cual el tiempo
no los afectase. Ellos aseguraban estar bien, cuando una parte de
su casa ya había sido tomada, resistiéndose a lo
inevitable, y para no darse cuenta de que todo lo bueno siempre
tiene que acabar, poco a poco comenzaron a no pensar. Estaban
seguros que se
podía vivir sin pensar. Pero no resultó así,
como les termina pasando a todos los que buscan quedar a un
costado del cauce feroz del río, para evitar la tempestad,
cuando menos lo previenen, son arrasados y terminan hasta peor de
lo que hubiesen estado en un principio.

Con respecto a "Circe", Mario intenta darle una oportunidad a
Delia, quien acapara toda la atención en el barrio, por
ser la chica que mató a sus dos novios. Él
está decidido a no dejarse guiar por las apariencias, las
habladurías, y demás, pero termina dándose
cuenta al fin y al cabo, ninguna de las dos partes tenía
razón ni merecía ser defendida, y todo el
empeño que puso para revertir la situación, lo deja
en el olvido, porque siente un desprecio total hacia todos. Y se
aísla, mientras que en "ómnibus", después de
que los personajes sufren por ser los distintos todo el tiempo,
los que no encajan de ninguna manera con el resto, terminan por
cuenta propia, o como una necesidad, parecerse a aquellos que les
causaron tanto malestar y les hicieron pasar un muy mal rato.

Es decir, la conclusión a la que he llegado, es que no
es mucho lo que se sabe sobre esa extraña tendencia humana
a buscar el goce en la propia destrucción. Por ejemplo las
actitudes
recientemente mencionadas, o uno externo a los cuentos pero de la
vida cotidiana, que es cómo el frenesí de las
ciudades deja sentir los efectos de su paso también en el
terreno del contacto personal y entre los hábitos poco
felices que gobiernan el diálogo
humano, el de hablar casi a los gritos con los amigos, es una
costumbre que se ve a diario. Por lo que se impone el valor
hegemónico de la cifra, la cantidad de personas que
impongan la moda de llevar a
cabo determinado ritual, para anular cualquier otro criterio
orientado hacia la determinación de una verdad. Se trata
de una opción funcional, ya que al no ser viable el acceso
a la verdad, no queda más remedio que apelar a las
convenciones. Y de esta manera, la sociedad entró hace
varios siglos en un conteo prácticamente irreversible, en
el cual nos vamos denigrando como personas, y va a ser hasta que
nuestro desprecio por tener un nulo dominio sobre
nosotros mismos sea tan grande, que no vamos a poder vivir sin
esa sensación de tener alguien que nos guíe, porque
careceremos de razonamientos para optar por nosotros mismo. No es
posible que nos hayamos desvirtuado moralmente hasta el punto en
que ni siquiera nos interese este aspecto, y ni siquiera nos
demos cuenta lo mediocre que fuimos.

Lo que es realmente necesario, y "urgente se necesita
es…

  • Un ejército pacífico y unido que crea en el
    valor de las pequeñas cosas.
  • Gente que construya la historia y no se deje arrastra por
    los acontecimientos.
  • Más corazones desarmados, en un mundo lleno de
    guerras.
  • Almas magnánimas en una sociedad interesada.
  • Espíritus fuertes para un siglo de
    mediocridades.
  • Más trabajadores y menos personas que critiquen
    negativamente.
  • Más ciudadanos que digan: "voy a tratar de hacer
    algo", y menos que se contenten con: "es imposible".
  • Un número mayor de audaces que se lancen al fondo
    del problema para resolverlo y un número menor de
    fatalistas acomodados en la omisión.
  • Más amigos que se arremanguen con nosotros, y menos
    demoledores que apunten sólo defectos.
  • Más gente que almacene esperanza, y menos frustrados
    que acarreen toneladas d desánimo.
  • Más personalidades que perseveren y menos colegas
    que comienzan y nunca acaban.
  • Más rostros sonrientes y menos frentes
    nubladas.
  • Más compañeros bien asentados en la realidad
    y menos soñadores pendientes de las ilusiones
    pasajeras."

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:

  • "Bestiario" de Julio
    Cortázar;
  • "Cómo educar a los niños
    en la libertad" de Colette Hovasse;
  • "El horror económico" de Viviane Forreste;
  • "El miedo a la libertad" de Erich Fromm;
  • "La rebelión de las masas" Jose Ortega y
    Gasset;
  • "Sentido y riesgo de la vida cotidiana" de Santiago
    Kovadloff;
  • "El valor de las pequeñas cosas" de Roque
    Schneider;
  • "La nueva ignorancia" de Santiago Kovadolff.

 

 

 

Trabajo realizado por

Vanesa Belotti

Partes: 1, 2
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